Pasan los meses pero no disminuye ninguna intensidad de las frecuencias de nuestro penúltimo mundo. Necesito contarte cosas, casualidades, corazonadas, intuiciones, pasos en falso, pálpitos... Necesito contarte mi gran descubrimiento...: que no sé quién he sido todo este tiempo, tan segura que estaba de serlo. Décadas pendiente de todos, tiempo de estar asustada por las enfermedades familiares, tiempo en el que me creía capaz de salvaros a los tres, no se me ocurrió ni una sola vez que estuviera fuera de mi control. Frecuentemente con frecuencia positiva, ahuyentando el miedo con visualizaciones de verde esperanza, chillón, casi fosforito. Tanto duro aprendizaje y ahora no sé cómo salvarme, por mucho que me quisiera siempre. Me quise en nuestro marco concreto, rodeada de un amor incuestionable y desmoronable a la vez. Destrozado ese marco no sé qué es valorarme, me cuesta la vida misma creer que mi existencia es real y no un asfixiante matrix. Eso es respirar en contradicción,
Tendemos a creer que el alma gemela debe ser una pareja, pero el alma es precisamente la que menos entiende de convencionalismos. Claro que puede ser tu pareja, pero también una hermana, tu padre, un hijo, un amigo o un animal no humano. La mayor de las suertes es tener más de una, cuantas más tengas más feliz serás. En mi caso se trata de mi amadísimo hermano Samuel, que no veo ni abrazo de forma material desde marzo de 2018.