Uno de mis ángeles cree que no debo añadir más dolor atendiendo al comportamiento de los insensibles.
Tengo que encontrar mi camino sin esperar nada de nadie, a esos pocos ángeles que siempre tienen sabiduría y amor para cualquiera que lo necesite (no sólo para mí), les costó años reinventar sus zapatos, sufrieron lo que no está escrito, perdieron hijos, hermanos, parejas... saben por lo que estoy pasando.
Si tuviera que definirlos con una palabra sería «valientes» y si es con una segunda, «prudentes». La auténtica valentía no viene de la impulsividad y la inconsciencia, sino de la prudencia más cercana a la paciencia.
Son prudentes porque no me crean falsas expectativas ni me presionan para que crea que puedo ir más rápido. Son prudentes porque saben lo necesario q es que yo sea consciente de que es un proceso largo. Y a la vez, siempre me dicen, «verás la luz, lo conseguirás porque eres valiosa en este mundo y tu hermano y padre necesitan tus funciones en la tierra, y sólo cuando te des cuenta de ello desaparecerá el martirio y sentirás a ambos en lo más profundo de tu ser. Seguirás llorando, pero sin desgarro, creando un camino aunque ande siempre un poco mojado.»
Entiendo lo que me dicen, pero debería tener más fe en ellos, no les acabo de creer cuando dicen que veré la luz y tendré una vida.
No me acaban de convencer porque intuyo, por sentimientos que me confiaron acordes a los míos, que su máxima ilusión en esta vida es pasar a esa otra dimensión donde reencontrarse con sus divinas almas gemelas.
Viven a veces con alegría, pero sobre todo estos ángeles heridos resisten por pura bondad, para ayudar a los demás, aunque esta realidad sólo les parezca una travesía, convencidos de que la vida en mayúsculas late allí donde está lo más querido, aunque aquí también pueda reinventarse el amor. Hablamos de ángeles que han perdido a lo más amado, a su alma gemela, no solamente a un ser querido, hablamos de ángeles que han bajado al infierno más bajuno y han sido capaces de sobrevivir con sus alas quemadas.
Ellos esperan el reencuentro, siguen respirando para ello, mientras ayudan a los demás con la empatía del que sabe lo que es estar mediomuerto.
Uno de mis esfuerzos para no desfallecer en centrarme en estas almas divinas aunque me hayan tocado poquitas y cerrar los ojos a todo el daño que ofrece una mayoría.
Samuel, te cuento esto para que sepas que no estoy del todo sola, que no te asustes cuando me ves al borde del abismo, voy cogiendo trucos mentales para no caer en la tentación de lanzarme al vacío. Uno de esos trucos es pensar que la muerte no existe y la vida puede ser muy corta, eso me acerca mucho al reencuentro. Los sueños casi a diario me señalan que tu alma está intacta, me apareces vivo en casa, en tu habitación, yo te observo asombrada y te he dicho que he sufrido hasta pensar en quitarme la vida, que te quiero como a un hijo, que cómo es posible que hayas vuelto a casa. Tú estás a punto de darme una explicación, pero la intensidad de lo q estaba viviendo era tan fuerte que me he asustado y me he despertado sin escuchar la explicación.
Creía que el sueño me iba a destrozar, pero hoy ha sido de las pocas mañanas que no me he despertado llorando, pues la sensación que predominaba por encima de los detalles perturbadores era que la muerte es simplemente imposible. Que estando vivos hemos generado tantas posibilidades, proyectado tanta energía que morir sólo es un desconocimiento del lugar donde crean trayectorias esas posibilidades.
Esta manera de sentir no me libra ahora del sufrimiento, pero es probable que pasado mucho tiempo sea lo que me permita respirar con mayor profundidad.
Aunque siga sin saber si resistiré un proceso tan largo y tortuoso. He resistido un día más y me gusta hacértelo saber.
Diste mucho amor en la tierra, planea tranquilo sobre bellos y asombrosos lugares que algún día contemplaremos juntos, amadísimo hermano.
Tengo que encontrar mi camino sin esperar nada de nadie, a esos pocos ángeles que siempre tienen sabiduría y amor para cualquiera que lo necesite (no sólo para mí), les costó años reinventar sus zapatos, sufrieron lo que no está escrito, perdieron hijos, hermanos, parejas... saben por lo que estoy pasando.
Si tuviera que definirlos con una palabra sería «valientes» y si es con una segunda, «prudentes». La auténtica valentía no viene de la impulsividad y la inconsciencia, sino de la prudencia más cercana a la paciencia.
Son prudentes porque no me crean falsas expectativas ni me presionan para que crea que puedo ir más rápido. Son prudentes porque saben lo necesario q es que yo sea consciente de que es un proceso largo. Y a la vez, siempre me dicen, «verás la luz, lo conseguirás porque eres valiosa en este mundo y tu hermano y padre necesitan tus funciones en la tierra, y sólo cuando te des cuenta de ello desaparecerá el martirio y sentirás a ambos en lo más profundo de tu ser. Seguirás llorando, pero sin desgarro, creando un camino aunque ande siempre un poco mojado.»
Entiendo lo que me dicen, pero debería tener más fe en ellos, no les acabo de creer cuando dicen que veré la luz y tendré una vida.
No me acaban de convencer porque intuyo, por sentimientos que me confiaron acordes a los míos, que su máxima ilusión en esta vida es pasar a esa otra dimensión donde reencontrarse con sus divinas almas gemelas.
Viven a veces con alegría, pero sobre todo estos ángeles heridos resisten por pura bondad, para ayudar a los demás, aunque esta realidad sólo les parezca una travesía, convencidos de que la vida en mayúsculas late allí donde está lo más querido, aunque aquí también pueda reinventarse el amor. Hablamos de ángeles que han perdido a lo más amado, a su alma gemela, no solamente a un ser querido, hablamos de ángeles que han bajado al infierno más bajuno y han sido capaces de sobrevivir con sus alas quemadas.
Ellos esperan el reencuentro, siguen respirando para ello, mientras ayudan a los demás con la empatía del que sabe lo que es estar mediomuerto.
Uno de mis esfuerzos para no desfallecer en centrarme en estas almas divinas aunque me hayan tocado poquitas y cerrar los ojos a todo el daño que ofrece una mayoría.
Samuel, te cuento esto para que sepas que no estoy del todo sola, que no te asustes cuando me ves al borde del abismo, voy cogiendo trucos mentales para no caer en la tentación de lanzarme al vacío. Uno de esos trucos es pensar que la muerte no existe y la vida puede ser muy corta, eso me acerca mucho al reencuentro. Los sueños casi a diario me señalan que tu alma está intacta, me apareces vivo en casa, en tu habitación, yo te observo asombrada y te he dicho que he sufrido hasta pensar en quitarme la vida, que te quiero como a un hijo, que cómo es posible que hayas vuelto a casa. Tú estás a punto de darme una explicación, pero la intensidad de lo q estaba viviendo era tan fuerte que me he asustado y me he despertado sin escuchar la explicación.
Creía que el sueño me iba a destrozar, pero hoy ha sido de las pocas mañanas que no me he despertado llorando, pues la sensación que predominaba por encima de los detalles perturbadores era que la muerte es simplemente imposible. Que estando vivos hemos generado tantas posibilidades, proyectado tanta energía que morir sólo es un desconocimiento del lugar donde crean trayectorias esas posibilidades.
Esta manera de sentir no me libra ahora del sufrimiento, pero es probable que pasado mucho tiempo sea lo que me permita respirar con mayor profundidad.
Aunque siga sin saber si resistiré un proceso tan largo y tortuoso. He resistido un día más y me gusta hacértelo saber.
Diste mucho amor en la tierra, planea tranquilo sobre bellos y asombrosos lugares que algún día contemplaremos juntos, amadísimo hermano.
Comentarios
Publicar un comentario