Pasan los meses pero no disminuye ninguna intensidad de las frecuencias de nuestro penúltimo mundo.
Necesito contarte cosas, casualidades, corazonadas, intuiciones, pasos en falso, pálpitos... Necesito contarte mi gran descubrimiento...: que no sé quién he sido todo este tiempo, tan segura que estaba de serlo.
Décadas pendiente de todos, tiempo de estar asustada por las enfermedades familiares, tiempo en el que me creía capaz de salvaros a los tres, no se me ocurrió ni una sola vez que estuviera fuera de mi control.
Frecuentemente con frecuencia positiva, ahuyentando el miedo con visualizaciones de verde esperanza, chillón, casi fosforito.
Tanto duro aprendizaje y ahora no sé cómo salvarme, por mucho que me quisiera siempre.
Me quise en nuestro marco concreto, rodeada de un amor incuestionable y desmoronable a la vez. Destrozado ese marco no sé qué es valorarme, me cuesta la vida misma creer que mi existencia es real y no un asfixiante matrix.
Eso es respirar en contradicción, respirar para fuera, querer expulsar todo lo sobrevivido sin querer meter oxígeno. Estoy despojada, sólo las lágrimas se percatan de la gravedad, a veces se alarman tanto que deciden darme consistencia, recorren mi interior en caída libre, oigo el eco..., y al final es lo único con lo que me siento viva. El llanto refresca los huecos de un alma seca.
Por todo espacio que paseo mi mirada veo tu carita sonriendo, besando con devoción a tu Parri, imitando las bromas simplonas de papá, emulando los gestos complicados de mamá. Convirtiéndolo todo en una parodia, desdramatizando la rutina rota.
Te quiero tanto, hermano, no sabía que se pudiera estar miles de horas llorando sin descanso. Tú jamás querrías algo así para mí, lo sé, pero no sé cómo evitarlo. Tengo q agradecer una madre que ha decidido seguir, y mis amigos y familia que me ayudan a que siga esa línea.... Una línea tan fina como un caminito de hormigas, ellas tienen más clara su misión, yo no encuentro ni la senda, cada paso que doy me lleva a un precipicio diferente. Aguanto otro día más sabiendo que mañana me espera lo mismo, que nada encenderá un amago de chispa en mi corazón.
Ayer, cuando regresé de la piscina con P. me llamó de nuevo la prima J. Me insiste con mucha contundencia que tengo que mirar por mí, que tengo que mimarme y hacer cosas por y para mi reconstrucción. Escuchar a quienes me quieren me alivia el momento, tengo esos instantes la sensación de que puedo salir adelante. Desde Sevilla el primo J. me grita lo mucho que nos quiere mientras se ahoga en su propio llanto.
Hay tanto dolor en la familia... Una incredulidad punzante como un arpón que jamás debió ser sumergido en aguas tan bellas.
Tu belleza cristalina, rota por un mundo que funciona del revés. No sé reconciliarme con lo que el ser humano ha hecho del mundo a través de la codicia y el sometimiento. Para resistir el daño que este mundo te ha hecho he de encontrar la manera de colaborar en una versión mejor, como ya lo hacía antes de esta tragedia. Nunca necesité experimentar el dolor en mi carne para tener conciencia.
Pero por el momento no tengo fuerzas, deben desaparecer precipicios y multiplicarse los ángeles como gremlins mojados por agua bendita.
No resisto tu inexistencia.
Aguanté otro día para no sumar más daño. Recuerdo con rabia tu risa. Amabas la vida en su versión más natural y sencilla, jamás te hubieras apartado de la vida, de tu compromiso de mejorar el trayecto. Amabas compartir la vida con tu familia, eso fue para ti siempre lo primero, traer risa y ruido a casa. La vez que te independizaste no te bastó con las migajas de afecto que te dieron y volviste.
¿Cuántas personas colaboraron en quitarte la risa días antes, meses, puede que años, hasta debilitarte y entorpecer tu cuerpo teledirigido a ese accidente?
Es una duda que no quiero resolver, que la escribo para extraerla del desordenado cajón de mi mente. Algunas cosas sé porque me las contaste, pero no quiero buscar culpables, sé que la vida es injusta por modificada naturaleza.
Modifica la mía e incítame a vivir, pequeño tesoro de espalda infinita.
Necesito contarte cosas, casualidades, corazonadas, intuiciones, pasos en falso, pálpitos... Necesito contarte mi gran descubrimiento...: que no sé quién he sido todo este tiempo, tan segura que estaba de serlo.
Décadas pendiente de todos, tiempo de estar asustada por las enfermedades familiares, tiempo en el que me creía capaz de salvaros a los tres, no se me ocurrió ni una sola vez que estuviera fuera de mi control.
Frecuentemente con frecuencia positiva, ahuyentando el miedo con visualizaciones de verde esperanza, chillón, casi fosforito.
Tanto duro aprendizaje y ahora no sé cómo salvarme, por mucho que me quisiera siempre.
Me quise en nuestro marco concreto, rodeada de un amor incuestionable y desmoronable a la vez. Destrozado ese marco no sé qué es valorarme, me cuesta la vida misma creer que mi existencia es real y no un asfixiante matrix.
Eso es respirar en contradicción, respirar para fuera, querer expulsar todo lo sobrevivido sin querer meter oxígeno. Estoy despojada, sólo las lágrimas se percatan de la gravedad, a veces se alarman tanto que deciden darme consistencia, recorren mi interior en caída libre, oigo el eco..., y al final es lo único con lo que me siento viva. El llanto refresca los huecos de un alma seca.
Por todo espacio que paseo mi mirada veo tu carita sonriendo, besando con devoción a tu Parri, imitando las bromas simplonas de papá, emulando los gestos complicados de mamá. Convirtiéndolo todo en una parodia, desdramatizando la rutina rota.
Te quiero tanto, hermano, no sabía que se pudiera estar miles de horas llorando sin descanso. Tú jamás querrías algo así para mí, lo sé, pero no sé cómo evitarlo. Tengo q agradecer una madre que ha decidido seguir, y mis amigos y familia que me ayudan a que siga esa línea.... Una línea tan fina como un caminito de hormigas, ellas tienen más clara su misión, yo no encuentro ni la senda, cada paso que doy me lleva a un precipicio diferente. Aguanto otro día más sabiendo que mañana me espera lo mismo, que nada encenderá un amago de chispa en mi corazón.
Ayer, cuando regresé de la piscina con P. me llamó de nuevo la prima J. Me insiste con mucha contundencia que tengo que mirar por mí, que tengo que mimarme y hacer cosas por y para mi reconstrucción. Escuchar a quienes me quieren me alivia el momento, tengo esos instantes la sensación de que puedo salir adelante. Desde Sevilla el primo J. me grita lo mucho que nos quiere mientras se ahoga en su propio llanto.
Hay tanto dolor en la familia... Una incredulidad punzante como un arpón que jamás debió ser sumergido en aguas tan bellas.
Tu belleza cristalina, rota por un mundo que funciona del revés. No sé reconciliarme con lo que el ser humano ha hecho del mundo a través de la codicia y el sometimiento. Para resistir el daño que este mundo te ha hecho he de encontrar la manera de colaborar en una versión mejor, como ya lo hacía antes de esta tragedia. Nunca necesité experimentar el dolor en mi carne para tener conciencia.
Pero por el momento no tengo fuerzas, deben desaparecer precipicios y multiplicarse los ángeles como gremlins mojados por agua bendita.
No resisto tu inexistencia.
Aguanté otro día para no sumar más daño. Recuerdo con rabia tu risa. Amabas la vida en su versión más natural y sencilla, jamás te hubieras apartado de la vida, de tu compromiso de mejorar el trayecto. Amabas compartir la vida con tu familia, eso fue para ti siempre lo primero, traer risa y ruido a casa. La vez que te independizaste no te bastó con las migajas de afecto que te dieron y volviste.
¿Cuántas personas colaboraron en quitarte la risa días antes, meses, puede que años, hasta debilitarte y entorpecer tu cuerpo teledirigido a ese accidente?
Es una duda que no quiero resolver, que la escribo para extraerla del desordenado cajón de mi mente. Algunas cosas sé porque me las contaste, pero no quiero buscar culpables, sé que la vida es injusta por modificada naturaleza.
Modifica la mía e incítame a vivir, pequeño tesoro de espalda infinita.
Ojalá pudiera decirte lo que debes hacer, ojalá tuviera una pócima mágica que aliviara tu espíritu atormentando Raquel, preciosa mía. Pero creo sinceramente que no existe y que estás, en ésto, sola, tan sola como cada uno de los que sufrimos una gran tragedia aunque estemos rodeados de amor y de amigos que tratan de ayudarnos.
ResponderEliminarSolo puedo compartir la forma en la que yo voy asiéndome con uñas y dientes a la esperanza por si alguna de mis acrobacias despierta en ti un rayo de luz que sirva a tu inspiración para seguir. Dejar de luchar contra el dolor y que lo invada todo sin prisas, porque una vez abajo del todo, tocado el fondo, solo queda subir. Que la rabia salga aunque lo inunde todo hasta que las preguntas sin respuesta se vayan sosegando y dejen espacio para los recuerdos maravillosos.
Solo puedo decirte, estoy aquí.
Tú tampoco te haces una idea de lo importante que es tu sensibilidad para mí.
EliminarEl día que descubrí tu blog tuve por primera vez esperanza de curarme no sólo con mi escritura, sino conociendo a otra valiente que, conociendo unos niveles extremos de sufrimiento,lo que menos miedo puede darle es mostrar sus entrañas. Sobre todo si existe la posibilidad de ayudar a otros.
Sé que estás tan rota como yo, que tendrás momentos muy tortuosos. Pero tienes más mundo, más recorrido y madurez que yo. Nos aportas mucho.
Me he convertido en una cristura chiquitina que ha descubierto por primera vez el terror en pantalla gigante, y cada día algo insiste en q no despegue los ojos de la pantalla. Quiero creer q el tiempo hará que se queme la cinta, yo soy incapaz de quitar a Samuel de mi vista.
Un abrazo inmenso.