Hola, cariño, me pregunto qué estarás haciendo, de la misma manera que tú nos mandabas audios a mamá y a mí cuando estabas fuera para que te dijéramos qué hacíamos y qué hacían los mascotines, como tú les llamabas. Inventaste cientos de apodos para los tres, era tu manera de canalizar el sentimiento tan entrañable y protector que SIEMPRE les tuviste.
Daba igual lo cansado que vinieras o si tuviste un mal día en el trabajo, jamás en los 15 años que llevamos con animalicos, JAMÁS te escuché siquiera darle un grito, los malcriabas y luego era yo la q tenía que pagar las consecuencias jejeje Todos los días recuerdo tu alma grande, tu gran miedo a que tus hijos peludos envejecieran y se fueran. «Menos mal que nos tenemos el uno al otro para soportar ese futuro momento, hermana.», me decías.
Al trabajar en un polígono veías mucho abandono de perros, pero muchas veces no me lo contabas porque sabías que no podía contener las lágrimas. Al pasar tanto tiempo en carretera viste muchos gatitos atropellados, unas veces me lo contabas a mí y otras a Carol, para repartir el dolor.
Creías que estabas acostumbrado a ver a miserables atropellar animales y dejarlos agonizando, quisiste crear una coraza, pero no existen corazas ajustables a corazones de oro blando.
En tu trabajo alguna vez bromearon por el hecho de llevar un saco de pienso en el maletero. Luego dejaste de llevarles comida, pues no eras un santo ni un rescatista, y la situación de no poder salvarlos a todos te podía, y decidiste poner distancia emocional con el asunto.
Pero soñabas con que te tocara la lotería no para comprarte una mansión o un cochazo, sino para comprar un terrenaco bueno donde meter a todos los animales que lo necesitasen. Ya sabíamos el nombre que le íbamos a poner a nuestro refugio, queda para mi intimidad, porque es una de las referencias más bellas que mi corazón pueda abrigar para siempre, hasta q nos encontremos y lo primero que te grite sea ese nombre. Un nombre divertido y tierno como tú. Un nombre que nos une más que ninguna otra expresión.
Fuimos un refugio el uno para el otro, me dejas sola con una pesadísima mochila con la que no puedo dar ni un paso, desnuda, descalza, absorta en la incredulidad, extraviada en los mil sinsentidos de tu pérdida. Maldigo que tu mente te traicionara de forma tan rápida y violenta, maldigo que tu cuerpo no te respondiera, maldigo que las olas no supieran el valor de tu espíritu y, en lugar de empujarte hacia fuera te adentraran en el abismo.
Te amo, mi pequeño tesoro de espalda infinita.
Daba igual lo cansado que vinieras o si tuviste un mal día en el trabajo, jamás en los 15 años que llevamos con animalicos, JAMÁS te escuché siquiera darle un grito, los malcriabas y luego era yo la q tenía que pagar las consecuencias jejeje Todos los días recuerdo tu alma grande, tu gran miedo a que tus hijos peludos envejecieran y se fueran. «Menos mal que nos tenemos el uno al otro para soportar ese futuro momento, hermana.», me decías.
Al trabajar en un polígono veías mucho abandono de perros, pero muchas veces no me lo contabas porque sabías que no podía contener las lágrimas. Al pasar tanto tiempo en carretera viste muchos gatitos atropellados, unas veces me lo contabas a mí y otras a Carol, para repartir el dolor.
Creías que estabas acostumbrado a ver a miserables atropellar animales y dejarlos agonizando, quisiste crear una coraza, pero no existen corazas ajustables a corazones de oro blando.
En tu trabajo alguna vez bromearon por el hecho de llevar un saco de pienso en el maletero. Luego dejaste de llevarles comida, pues no eras un santo ni un rescatista, y la situación de no poder salvarlos a todos te podía, y decidiste poner distancia emocional con el asunto.
Pero soñabas con que te tocara la lotería no para comprarte una mansión o un cochazo, sino para comprar un terrenaco bueno donde meter a todos los animales que lo necesitasen. Ya sabíamos el nombre que le íbamos a poner a nuestro refugio, queda para mi intimidad, porque es una de las referencias más bellas que mi corazón pueda abrigar para siempre, hasta q nos encontremos y lo primero que te grite sea ese nombre. Un nombre divertido y tierno como tú. Un nombre que nos une más que ninguna otra expresión.
Fuimos un refugio el uno para el otro, me dejas sola con una pesadísima mochila con la que no puedo dar ni un paso, desnuda, descalza, absorta en la incredulidad, extraviada en los mil sinsentidos de tu pérdida. Maldigo que tu mente te traicionara de forma tan rápida y violenta, maldigo que tu cuerpo no te respondiera, maldigo que las olas no supieran el valor de tu espíritu y, en lugar de empujarte hacia fuera te adentraran en el abismo.
Te amo, mi pequeño tesoro de espalda infinita.
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