La capacidad de amar profundamente es lo más lujoso que logramos experimentar. Digo experimentar y no digo tener, porque nada importante puede poseerse, de ahí que se tienda a presumir de tenencias, por carecer de lo valioso.
Atesorar no es malo en sí, tener pasta es fantástico para cumplir sueños, aunque sea el sueño de vivir con tranquilidad; pero definirse por lo que se exhibe es propio de quienes al final son objeto de pena en lugar de envidia, envidiados solo por quienes padecen las mismas carencias.
El precio de amar profundamente, como inmaterial de excelso lujo, es el más alto que existe; al no poseerse no permanece, al estar vivo deja un día de latir.
La naturaleza da dos opciones: partir nosotros o sobrevivir a él. Y todo aquel que ame con toda su alma a un hijo, un hermano, un padre, un amigo, una pareja..., va a pasar forzosamente por partir primero o ver la partida de nuestro adorado cómplice.
Así que si tú también tienes la suerte de sentir la capacidad más inabarcable, no te compadezcas en la distancia de quien está en duelo como si la cosa no fuera contigo; sé cercano, porque es una cuestión de tiempo que sepas de lo que te hablo, que sepas más de la cuenta.
Disfruta de tus seres queridos con la pasión y generosidad del inexistente mañana, lo cierto es que el mañana es el invento más barato y peligroso del mundo. Y sobre todo, no tengas miedo a querer con todas sus consecuencias, pues aunque el dolor de lo perdido sea tan abrumador como para que el universo conocido y todas las galaxias por conocer se hundan bajo los pies, la riqueza de ese amor te anidará con tal estridencia como para que logres entender que lo vivido es infinitamente superior a lo desaparecido.
Cuando se disuelve lo tangible, el amor eterniza lo indivisible.
teAmo #mihermanoSAMUEL
Raquel Bermúdez G.
Foto: años 80 Cabo de Palos, disfraces y juegos en las fiestas del pueblo.
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