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Trátate como lo haría un ángel

He vuelto a soñar contigo como casi todas las noches, estás dentro y afloras cuando ciertas leyes que desconocemos te conceden seguir vivo con tus seres queridos, viajando a otra conciencia.

¿No es lo que consideramos realidad otro sueño más depurado y afilado? Uno que nos hemos tomado demasiado en serio, pero un sueño al fin y al cabo. Cuando despertemos de el resignado Sueño Real, nos esperan otros, posiblemente más ligeros y coloridos, con el alma ensanchada por lo ya aprendido, pero sintiendo paz, como niños que de lo sufrido no recuerdan nada pero en el fondo lo saben todo.

Me has recibido en una playa que no conocía, tal vez sea por donde ahora tú andas, el agua era tan cristalina que se podían ver grandes y alargados peces que nos rozaban. A mí me daba un poco de impresión así que me agarraba a ti para esquivarlos, me sostenías y yo reía con miedo de volver a tocarlos. Tenías que ir a un sitio y yo te decía que hasta que no volvieras no me bañaría, que nunca vi peces tan grandes en una orilla.
Ha sido una secuencia corta y tu rostro no lo veía tan de cerca como para romperme en mil pedazos, simplemente sabía que eras tú.
Esta vez no me he despertado llorando porque no trataba sobre la nostalgia de lo perdido, era como una vida paralela, un paisaje nuevo, un mensaje limpio y con signo propio. Sé que no será siempre así, y volverás en forma de pasado ansiado y al despertar querré ir a buscarte al fin del mundo.

Pero de noche y de mañana hago llamamiento a lo ángeles, para tratarme bien a mí misma, para no torturarme, para que llenen mi corazón de amor y así poder conectar con personas especiales, q me ayuden a no alimentar el ego y sus miedos, que me faciliten encontrar mi propio camino, q me enseñen a no dejarme dañar por quienes toman distancias sutiles con mi sufrimiento. Cada uno tiene que ser libre y cada uno aprenderá las lecciones de sus decisiones.

Lo pido a diario a los ángeles, y el solo hecho de pedir me serena unos minutos.
 A veces me siento más cerca de lo que no puedo ver ni tocar que de personas que llevo viendo toda la vida.
En eso coincidimos casi todos los que estamos en duelo, tarde o temprano sentimos que nos guían y para no perdernos tenemos que decir adiós a aquellos que no supieron abrazarnos con todas sus fuerzas, o desde la distancia llamarnos con la voz convertida en pura intención acariciadora.
Ésos que temieron desperdiciar unos meses de su vida cuando en el fondo sabían que podían ayudarnos a renacer.
Pero siempre se movieron programados con un orden muy estructurado, jamás se les pasaría por la cabeza pasar unos días durmiendo en casa para besar nuestras frentes al despertar y susurrar a mamá y a mí que no estamos solas. Saben qué hacer con cada minuto de sus vidas, huyen de los desastres, tienen vidas organizadas cuyas rutinas no rompen ni con la muerte más cruel de un ser querido. Se acostumbran a que tú vayas a su terreno, y sólo de forma excepcional, para que no se noten las descaradas reglas, se te acercan de sorpresa ellos primero.
También me han ofrecido su corazón y pasar temporada en su casa quienes menos me esperaba.

Otro día sin verte, sin abrazarte, y sin besar tu frente blanquita y amplia de chico avispado. Tengo tus facciones grabadas en ese microchip del q tanto nos reíamos, y que ahora no me hace gracia porque nada en él se puede borrar.
Tal vez llegue un día que sienta tanta conexión con tu divina presencia que no quiera ya borrar nada. Mientras tanto grito en cada recuerdo.

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