Es Parri quien a veces me hace creer que tú puedes seguir viviendo a través de mí.
Es tan sorprendente que no intente entrar en tu habitación, que entre en la mía y se me recueste de la misma forma que lo hacía contigo. Como si yo fuera tú, o como si tú estuvieras tan cerca que ninguna ansiedad le hiciera sospechar de la ausencia.
Tal vez sea un deseo estúpido, tal vez no estés en mi habitación, tal vez lo único q esté sea mi tristeza, y Parri se limita a acomodarse y protegerme. Les acaricio y beso a los tres. Pero no con la ternura de antes, y eso me duele en lo más profundo. Antes, despertar rodeada de ellos era puro éxtasis, ahora me pregunto si voy a ser capaz, con este sufrimiento, de proporcionarle el bienestar que tanta pureza e inocencia merecen.
Los tres primeros días una persona se ofreció para sacarlos conmigo un ratillo, pero enseguida se dedicó a su deporte y sus cosas y ya jamás llamó ni una sola vez por si necesitaba ayuda con los perris en estos primeros meses tan terroríficos.
Echo de menos tanto nuestras excursiones con ellos, nuestra adoración por sus travesuras, menos mal que mamá los ama como nosotros y no pierde la paciencia con el trabajo que dan, ella sigue muy pendiente de sus necesidades a pesar de estar viviendo el peor momento de toda su vida...
Echo de menos tu jovencísimo rostro iluminado por sus carreras en los jardines o playa. Si pienso que nunca volveré a vivir eso enloquezco.
Me dicen que no piense, pero tengo tanto que sacar de dentro... tengo 39 años contigo que no puedo silenciar, que necesito gritarlos. Y por más que lea sobre la naturalidad de la muerte, por más que crea que con ella no se acaba el ser, me veo del todo incapacitada para vivir sin tu voz, tus ruidos y tus andares. Reconocerte a mucha distancia por tus andares... y que te fueras acercando mientras Parri se soltaba de mi mano y salía disparado al encuentro, lo agarrabas, te lo subías al hombro y lo llenabas de besos mientras Cuco ladra celoso de que lo mimes tanto.
No puedo vivir sin esa interacción sagrada, no puedo vivir sin lo más bonito de la vida. Intento prometértelo en cada post pero al final, si quiero ser sincera, no puedo.
Podíamos ser muy diferentes a la hora de enfocar unas pocas cosas, pocas cosas en las que no nos parecíamos en nada. Tus andares no eran mi propio camino, pero reconocer de lejos el caminar de un hermano tan amado crea una senda de flores mellizas que con nadie más se puede transitar.
Es tan sorprendente que no intente entrar en tu habitación, que entre en la mía y se me recueste de la misma forma que lo hacía contigo. Como si yo fuera tú, o como si tú estuvieras tan cerca que ninguna ansiedad le hiciera sospechar de la ausencia.
Tal vez sea un deseo estúpido, tal vez no estés en mi habitación, tal vez lo único q esté sea mi tristeza, y Parri se limita a acomodarse y protegerme. Les acaricio y beso a los tres. Pero no con la ternura de antes, y eso me duele en lo más profundo. Antes, despertar rodeada de ellos era puro éxtasis, ahora me pregunto si voy a ser capaz, con este sufrimiento, de proporcionarle el bienestar que tanta pureza e inocencia merecen.
Los tres primeros días una persona se ofreció para sacarlos conmigo un ratillo, pero enseguida se dedicó a su deporte y sus cosas y ya jamás llamó ni una sola vez por si necesitaba ayuda con los perris en estos primeros meses tan terroríficos.
Echo de menos tanto nuestras excursiones con ellos, nuestra adoración por sus travesuras, menos mal que mamá los ama como nosotros y no pierde la paciencia con el trabajo que dan, ella sigue muy pendiente de sus necesidades a pesar de estar viviendo el peor momento de toda su vida...
Echo de menos tu jovencísimo rostro iluminado por sus carreras en los jardines o playa. Si pienso que nunca volveré a vivir eso enloquezco.
Me dicen que no piense, pero tengo tanto que sacar de dentro... tengo 39 años contigo que no puedo silenciar, que necesito gritarlos. Y por más que lea sobre la naturalidad de la muerte, por más que crea que con ella no se acaba el ser, me veo del todo incapacitada para vivir sin tu voz, tus ruidos y tus andares. Reconocerte a mucha distancia por tus andares... y que te fueras acercando mientras Parri se soltaba de mi mano y salía disparado al encuentro, lo agarrabas, te lo subías al hombro y lo llenabas de besos mientras Cuco ladra celoso de que lo mimes tanto.
No puedo vivir sin esa interacción sagrada, no puedo vivir sin lo más bonito de la vida. Intento prometértelo en cada post pero al final, si quiero ser sincera, no puedo.
Podíamos ser muy diferentes a la hora de enfocar unas pocas cosas, pocas cosas en las que no nos parecíamos en nada. Tus andares no eran mi propio camino, pero reconocer de lejos el caminar de un hermano tan amado crea una senda de flores mellizas que con nadie más se puede transitar.
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