Ayer fui a tomar un helado y me sentó bien salir de casa, no es que sintiera algo mínimamente parecido a la alegría, pues mi corazón sigue más granizado que la limonada que tomé. Pero me sentía casi persona, por estar en buena compañía y no engancharme a cualquiera para evadirne de la realidad, a mí eso no me funciona. Estar con cualquiera sólo para no mirarme de frente hace que llegue a casa hecha una completa mierda.
Estaba bien acompañada, una parte de mí se centraba en vivir ese instante presente, otra parte, tentada por la ansiedad, deseaba volver a casa y reencontrarme contigo y cambiar la limonada por un buen vaso de lágrimas.
Siempre que salgo me llevo a Parri o Cuco, normalmente a Parri q necesita más actividad. Ellos aman la calle independientemente de las circunstancias, da igual q la ciudad quedase arrasada por la peor amenaza, los perros salen al encuentro de la vida tal como ésta quiera presentarse.
Al sacarlos tengo la sensación de estar haciendo algo útil por ellos, no lo hago por mí, mi visión de la ciudad es como si estuviera demolida por un terremoto, allá donde mire sólo veo los escombros de lo feliz que fui pateándonos las calles de una ciudad a la que íbamos encontrándole cada vez más encanto. Pues tras la marcha de papá, tras el descanso para todos, fue como descubrir de nuevo las encantadoras posibilidades de nuestra nueva existencia y vieja ciudad.
No hay mayor felicidad que pasear con tu alma gemela custodiados por dos ángeles de pelo largo.
Así sonreíamos a cada paso los cuatro.
Ahora voy sola. Algún perro nos saluda y me sale una sonrisa o hasta una carcajada, pero sin la ternura que me identificaba, que iluminaba los sagrados detalles de la vida.
Perder la identidad a través del sufrimiento es la experiencia más disolvente.
Lo vemos en miles de películas con todo tipo de tramas, sin plena consciencia de que la realidad te está esperando, espera una fisura en tu biografía para superar la ficción que cómodamente contemplabas.
Y pasarás de ser un disfrutón cinéfilo a que ya pocas películas te sorprendan. Esas grandes historias de guerras espaciales son poca cosa comparadas con las batallas de tu universo interior.
A nosotros nos apasionaba el cine, ahora me aterroriza no saber en qué peliculón te has metido y en qué maldita serie estoy yo.
Lucho contra esos pensamientos que quieren acabar conmigo y os visualizo rodeados de maravillas nunca existentes en mi imaginario. Tengo q esforzarme mucho para creer q estás mejor allí que aquí con quienes te amamos.
Te echo de menos cada segundo de cada secuencia, mi pequeño y precioso hermano.
Estaba bien acompañada, una parte de mí se centraba en vivir ese instante presente, otra parte, tentada por la ansiedad, deseaba volver a casa y reencontrarme contigo y cambiar la limonada por un buen vaso de lágrimas.
Siempre que salgo me llevo a Parri o Cuco, normalmente a Parri q necesita más actividad. Ellos aman la calle independientemente de las circunstancias, da igual q la ciudad quedase arrasada por la peor amenaza, los perros salen al encuentro de la vida tal como ésta quiera presentarse.
Al sacarlos tengo la sensación de estar haciendo algo útil por ellos, no lo hago por mí, mi visión de la ciudad es como si estuviera demolida por un terremoto, allá donde mire sólo veo los escombros de lo feliz que fui pateándonos las calles de una ciudad a la que íbamos encontrándole cada vez más encanto. Pues tras la marcha de papá, tras el descanso para todos, fue como descubrir de nuevo las encantadoras posibilidades de nuestra nueva existencia y vieja ciudad.
No hay mayor felicidad que pasear con tu alma gemela custodiados por dos ángeles de pelo largo.
Así sonreíamos a cada paso los cuatro.
Ahora voy sola. Algún perro nos saluda y me sale una sonrisa o hasta una carcajada, pero sin la ternura que me identificaba, que iluminaba los sagrados detalles de la vida.
Perder la identidad a través del sufrimiento es la experiencia más disolvente.
Lo vemos en miles de películas con todo tipo de tramas, sin plena consciencia de que la realidad te está esperando, espera una fisura en tu biografía para superar la ficción que cómodamente contemplabas.
Y pasarás de ser un disfrutón cinéfilo a que ya pocas películas te sorprendan. Esas grandes historias de guerras espaciales son poca cosa comparadas con las batallas de tu universo interior.
A nosotros nos apasionaba el cine, ahora me aterroriza no saber en qué peliculón te has metido y en qué maldita serie estoy yo.
Lucho contra esos pensamientos que quieren acabar conmigo y os visualizo rodeados de maravillas nunca existentes en mi imaginario. Tengo q esforzarme mucho para creer q estás mejor allí que aquí con quienes te amamos.
Te echo de menos cada segundo de cada secuencia, mi pequeño y precioso hermano.
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