Soy feminista. Una feminista convencida, es decir, una feminista informada. Desde que el hombre es hombre y la mujer nada más que aquella Eva que lo echó todo a perder, la mujer únicamente pudo sobrevivir a través de la sumisión o anulación de todos sus innumerables potenciales. Sólo con que uno de sus dones asomara la independiente patita, ardía en la plaza la bruja; sólo con que el dolor psíquico le hiciera gemir más de lo consagrado, ardía en el loquero la histérica. Sólo con que se atreva a equiparar el valor de su trabajo con el de su compañero, arriesga su empleo y subsistencia.
¿Cómo no ser feminista? Cómo cerrar los ojos al hecho de que la mayoría de mujeres vivieron como animales no humanos, SIN VOZ, careciendo justo de aquello que permite expresarnos y ser nuestra propia expresión.
Afortunadamente cada vez son más los hombres que entienden y sienten esta verdad como incuestionable.
Es posible que el feminismo más inconformista vaya más allá de su propio género. Que ser mujer pueda ser terriblemente difícil no quiere decir que ser hombre sea justamente lo contrario.
Lo he sufrido tan de cerca y tan reciente, que aún hay sangre lacrimógena en mi duelo: SER HOMBRE TAMPOCO ES FÁCIL.
El hombre enferma física y psicológicamente con una rapidez y una profundidad letal. Ese hombre al que no se le ha enseñado a llorar, a pedir un abrazo, a exteriorizar sus miedos y demonios. Esos hombres que siempre sonríen y tienen un chiste para el jefe cabrón o encargado abusón, que llegan a casa y sólo piensan en dar lo mejor a su familia, sus animales, sus amigos, mientras por dentro un mundo acelerado de horarios tiranos e insultos «de dura y masculina confianza», van amargando las entrañas.
Y no gritan que necesitan ayuda, parar, meditar, respirar, adentrarse en un bosque en el que descubrir que el único trabajo que permite vivir es el trabajo en uno mismo. El hombre necesita que volvamos a confiar en él, para que cuando esté en el abismo se escuche su desesperación.
En lo más íntimo él cree que su dolor no va a ser escuchado, tal vez ni siquiera creído. Porque los machotes pueden con todo, y si lloras no es porque tengas buenas razones, sino porque estás rarito, en depresión, y lo único q necesitas es pegarte el fiestón con tus colegas y echar el polvo del siglo. Y menos tonterías, que la vida es muy dura como para que a un tiarrón como tú haya que limpiarle los mocos.
Hay mujeres lloricas vampíricas, hay hombres llorones vampirones. Que intentan manipular con sus deseos más primarios y peligrosos, pero ahí no hay distinción de género.
La distinción aparece para sanarla cuando entendemos que el hombre ha estado encarcelado en terribles prisiones emocionales sin herramientas para enriquecer su ser íntimo, porque el lugar que le fue impuesto desde que nació era uno muy lejano a su auto-realización esencial. Dar el callo y poco más.
No es que el hombre sea mera simpleza, se han visto obligados a simplificar en poco tiempo y poco espacio para intentar sobrevivir en la cuadrícula a la que el propio mundo machista le condenó.
¿Cómo no ser feminista? Cómo cerrar los ojos al hecho de que la mayoría de mujeres vivieron como animales no humanos, SIN VOZ, careciendo justo de aquello que permite expresarnos y ser nuestra propia expresión.
Afortunadamente cada vez son más los hombres que entienden y sienten esta verdad como incuestionable.
Es posible que el feminismo más inconformista vaya más allá de su propio género. Que ser mujer pueda ser terriblemente difícil no quiere decir que ser hombre sea justamente lo contrario.
Lo he sufrido tan de cerca y tan reciente, que aún hay sangre lacrimógena en mi duelo: SER HOMBRE TAMPOCO ES FÁCIL.
El hombre enferma física y psicológicamente con una rapidez y una profundidad letal. Ese hombre al que no se le ha enseñado a llorar, a pedir un abrazo, a exteriorizar sus miedos y demonios. Esos hombres que siempre sonríen y tienen un chiste para el jefe cabrón o encargado abusón, que llegan a casa y sólo piensan en dar lo mejor a su familia, sus animales, sus amigos, mientras por dentro un mundo acelerado de horarios tiranos e insultos «de dura y masculina confianza», van amargando las entrañas.
Y no gritan que necesitan ayuda, parar, meditar, respirar, adentrarse en un bosque en el que descubrir que el único trabajo que permite vivir es el trabajo en uno mismo. El hombre necesita que volvamos a confiar en él, para que cuando esté en el abismo se escuche su desesperación.
En lo más íntimo él cree que su dolor no va a ser escuchado, tal vez ni siquiera creído. Porque los machotes pueden con todo, y si lloras no es porque tengas buenas razones, sino porque estás rarito, en depresión, y lo único q necesitas es pegarte el fiestón con tus colegas y echar el polvo del siglo. Y menos tonterías, que la vida es muy dura como para que a un tiarrón como tú haya que limpiarle los mocos.
Hay mujeres lloricas vampíricas, hay hombres llorones vampirones. Que intentan manipular con sus deseos más primarios y peligrosos, pero ahí no hay distinción de género.
La distinción aparece para sanarla cuando entendemos que el hombre ha estado encarcelado en terribles prisiones emocionales sin herramientas para enriquecer su ser íntimo, porque el lugar que le fue impuesto desde que nació era uno muy lejano a su auto-realización esencial. Dar el callo y poco más.
No es que el hombre sea mera simpleza, se han visto obligados a simplificar en poco tiempo y poco espacio para intentar sobrevivir en la cuadrícula a la que el propio mundo machista le condenó.
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