Hermano, la oscuridad acecha como una nube cargada de escombros que suplanta el campo de visión. Una nube que se adapta a cualquier altura y ángulo. No tomo antidepresivos, sólo ansiolíticos. Según muchos de los mejores psiquiatras los antidepresivos son poco efectivos en la depresión exógena cuando no se ha tenido un trastorno mental previo al duelo. Es un golpe tan profundo y localizado en el alma que sólo uno mismo puede llegar para tratarlo.
Yo nunca tuve antes depresión, es muy paradójico el hecho de que si padeciera de depresión endógena y estuviera con un tratamiento q me funcionara, como efecto rebote en ese estado modificado de la mente, puede que esa medicación me ayudara en el duelo. Es lo que ocurre con algún miembro de mi familia, gracias a esa química a la que se acostumbraron pueden llevarlo algo mejor.
No hay nada que me distraiga de tu inexistencia. Juego a engañar a la mente, es lo único q a veces funciona, hacerme creer q mi vida puede ser corta, en cualquier momento el telón de mi latido cae y el descanso se eleva.
Cuando estoy en esos momentos de tocar fondo, que suele ser casi todas las mañanas, miro a los animales y la culpabilidad me atraviesa tal como atraviesa a algunas viudas o huérfanas de hijo cuando miran a los vástagos que quedan y se ven incapaces de sacarlos adelante.
Si soy capaz de resistir, lo q me espera en un futuro no lejano son mínimo 3 duelos muy intensos que esperaba atravesar junto a ti, tal como tú me decías q no podrías atravesarlos sin mi apoyo, «pero a la hermana nunca le va a pasar nada. Y cuando se tengan que marchar superaremos el dolor salvando la vida a otros animales.»
Jamás tuve miedo al futuro, y ahora sólo escribir el término equivale a describir mi invalidez.
No puedo amarme y creer en mí por ahora, me falta escucharte a diario llamándome hermana para que atienda a cualquier cosa que te ha hecho gracia. Lo que más te gustaba en el mundo era hacernos reír a mamá y a mí. Y hacer felices a tus animales, besándolos y apretándolos incluso cuando estábamos de paseo, no podías resistirlo y los aupabas para un maratón de besitos mientras que algunos transeúntes se quedaban mirando. Es lo que ambos hacíamos con naturalidad y ahora hago sola, con el dolor de una añoranza animal.
Ellos me están ayudando a resistir otro día.
Otro día de lágrimas, de rabia, de perplejidad, de culpabilidad, de desesperanza disecada.
Salir con quienes me quieren me ayuda a no tirar la toalla, no tirarla sobre ellos. Pienso en la suerte de tenerlos, en no dañarlos. Yo estoy en la última posición de mis prioridades, cuando debería estar entre los primeros.
Pero perderos a ti y a papá me distancia de la realidad y me sumerge en el peor de los sueños. Gritas, pero no sale la voz, te mueves pero tu cuerpo se acalla. No tienes derecho a preguntar por qué, pues nadie puede responderte nada; sólo cabe rendirte al presente y convencerte de algún PARA QUÉ.
¿Para qué estoy aquí?
¿Para qué fuimos hermanos?
¿Para qué nos encontramos?
¿Para qué te fuiste?
¿Para qué tanto daño?
Yo nunca tuve antes depresión, es muy paradójico el hecho de que si padeciera de depresión endógena y estuviera con un tratamiento q me funcionara, como efecto rebote en ese estado modificado de la mente, puede que esa medicación me ayudara en el duelo. Es lo que ocurre con algún miembro de mi familia, gracias a esa química a la que se acostumbraron pueden llevarlo algo mejor.
No hay nada que me distraiga de tu inexistencia. Juego a engañar a la mente, es lo único q a veces funciona, hacerme creer q mi vida puede ser corta, en cualquier momento el telón de mi latido cae y el descanso se eleva.
Cuando estoy en esos momentos de tocar fondo, que suele ser casi todas las mañanas, miro a los animales y la culpabilidad me atraviesa tal como atraviesa a algunas viudas o huérfanas de hijo cuando miran a los vástagos que quedan y se ven incapaces de sacarlos adelante.
Si soy capaz de resistir, lo q me espera en un futuro no lejano son mínimo 3 duelos muy intensos que esperaba atravesar junto a ti, tal como tú me decías q no podrías atravesarlos sin mi apoyo, «pero a la hermana nunca le va a pasar nada. Y cuando se tengan que marchar superaremos el dolor salvando la vida a otros animales.»
Jamás tuve miedo al futuro, y ahora sólo escribir el término equivale a describir mi invalidez.
No puedo amarme y creer en mí por ahora, me falta escucharte a diario llamándome hermana para que atienda a cualquier cosa que te ha hecho gracia. Lo que más te gustaba en el mundo era hacernos reír a mamá y a mí. Y hacer felices a tus animales, besándolos y apretándolos incluso cuando estábamos de paseo, no podías resistirlo y los aupabas para un maratón de besitos mientras que algunos transeúntes se quedaban mirando. Es lo que ambos hacíamos con naturalidad y ahora hago sola, con el dolor de una añoranza animal.
Ellos me están ayudando a resistir otro día.
Otro día de lágrimas, de rabia, de perplejidad, de culpabilidad, de desesperanza disecada.
Salir con quienes me quieren me ayuda a no tirar la toalla, no tirarla sobre ellos. Pienso en la suerte de tenerlos, en no dañarlos. Yo estoy en la última posición de mis prioridades, cuando debería estar entre los primeros.
Pero perderos a ti y a papá me distancia de la realidad y me sumerge en el peor de los sueños. Gritas, pero no sale la voz, te mueves pero tu cuerpo se acalla. No tienes derecho a preguntar por qué, pues nadie puede responderte nada; sólo cabe rendirte al presente y convencerte de algún PARA QUÉ.
¿Para qué estoy aquí?
¿Para qué fuimos hermanos?
¿Para qué nos encontramos?
¿Para qué te fuiste?
¿Para qué tanto daño?
Comentarios
Publicar un comentario