Hoy 12 de mayo yo, con curiosidad y alta alegría, un poco más de 40 primaveras cumpliría.
Seguiría cumpliendo como siempre fui,
más tenaz que abandonada, más extasiada que estática, más bailarina que agazapada.
Pero hace poco más de un año trascendieron juntos mi padre y mi único hermano más allá de la estrella soleada; quedé cerrada al vacío, se asfixió lo que cuatro décadas el mes de mayo formó en mi pequeña alma de discreto torbellino soñador.
El mes de mi vida, no sólo porque en él me pariera mi madre Marina, sino porque el futuro inminente del mar y los veranos supuestamente terrenales sorprendían con vivencias que parecían celestiales.
El cielo.
Ahora me estimula demasiado visitar el cielo, aterrizar hacia arriba.
Unos creerán que soy débil por no desear la tierra que piso, otros creen que soy fuerte porque sigo en ella. A mí me parece interesante desear conexión con las almas eternas y no fliparme demasiado con una tierra destinada a abrirse bajo todo cuerpo.
Estoy aprendiendo a que no me afecte tanto que haya más juicios solapados que abrazos, para ello me ayuda no ser yo la que juzgue primero. Me espero a ser la segunda, la tercera, y cuando logro no ser siquiera la última entiendo que he ganado la batalla sin ruído, fuegos artificiales silenciados.
Para resistir hasta el siguiente fuego, bailo y rezo, como el supremo abrazo que nadie puede darte mejor que uno mismo. Rezo a un Dios customizado, lleva una de mis camisetas, su favorita es la que reza en su pecho: FUCKING CHURCH.
Abrazo a mis familiares más peques y a mis grandiosos animales, que no me juzgarían ni aunque Dios obrara el milagro de hacerlos hablar.
Abrazad y bailad, malditos y benditos,
abrazacemos fuerte hasta olvidar que somos mortales,
bailemos sin parar hasta recordar que somos eternos.
Seguiría cumpliendo como siempre fui,
más tenaz que abandonada, más extasiada que estática, más bailarina que agazapada.
Pero hace poco más de un año trascendieron juntos mi padre y mi único hermano más allá de la estrella soleada; quedé cerrada al vacío, se asfixió lo que cuatro décadas el mes de mayo formó en mi pequeña alma de discreto torbellino soñador.
El mes de mi vida, no sólo porque en él me pariera mi madre Marina, sino porque el futuro inminente del mar y los veranos supuestamente terrenales sorprendían con vivencias que parecían celestiales.
El cielo.
Ahora me estimula demasiado visitar el cielo, aterrizar hacia arriba.
Unos creerán que soy débil por no desear la tierra que piso, otros creen que soy fuerte porque sigo en ella. A mí me parece interesante desear conexión con las almas eternas y no fliparme demasiado con una tierra destinada a abrirse bajo todo cuerpo.
Estoy aprendiendo a que no me afecte tanto que haya más juicios solapados que abrazos, para ello me ayuda no ser yo la que juzgue primero. Me espero a ser la segunda, la tercera, y cuando logro no ser siquiera la última entiendo que he ganado la batalla sin ruído, fuegos artificiales silenciados.
Para resistir hasta el siguiente fuego, bailo y rezo, como el supremo abrazo que nadie puede darte mejor que uno mismo. Rezo a un Dios customizado, lleva una de mis camisetas, su favorita es la que reza en su pecho: FUCKING CHURCH.
Abrazo a mis familiares más peques y a mis grandiosos animales, que no me juzgarían ni aunque Dios obrara el milagro de hacerlos hablar.
Abrazad y bailad, malditos y benditos,
abrazacemos fuerte hasta olvidar que somos mortales,
bailemos sin parar hasta recordar que somos eternos.
Sencit
ResponderEliminar🙅🏻♂️