No es como estar dentro de una película de dibujos..., es verdaderamente estar dentro de esa película. Es decir, descubres otra naturaleza de la realidad, que la vida y la muerte no existen como tal. No hay carne ni hueso con trascendencia, los interiores son lentos ceniceros que demasiadas veces se adelantan. Cuando el sufrimiento infame te da consciencia de la estafa quemada, no percibes con tus auténticos y buenos ojos que una mayoría no pierda prematuramente lo más amado. Un monstruillo se cobija bajo tus alas decrépitas, aquellas que soplabas con alegría a viejas y nuevas ventoleras. El sufrimiento infame transforma tus órganos, al corazón le nacen pinchos, a tu piel escamas, y tus ojos quedan ciegos para cualquier visión del mañana.
Tendemos a creer que el alma gemela debe ser una pareja, pero el alma es precisamente la que menos entiende de convencionalismos. Claro que puede ser tu pareja, pero también una hermana, tu padre, un hijo, un amigo o un animal no humano. La mayor de las suertes es tener más de una, cuantas más tengas más feliz serás. En mi caso se trata de mi amadísimo hermano Samuel, que no veo ni abrazo de forma material desde marzo de 2018.