Quiero no tenerte tan presente, Samu, pero no sé cómo. Quiero mirar por mí, pero no sé cómo. Quiero tener esperanza en mi presente, pero no sé cómo. Quiero perdonar a los que nunca llaman, pero no sé cómo. Quiero no aterrorizarme con el futuro, pero no sé cómo. Quiero amar a mi madre por su protección incondicional, a diario la beso fuerte y la abrazo y sí sé cómo. ¿Si yo sin fuerzas puedo hacerlo como que los demás no? Era lo que creía que algunos harían conmigo, no soltarme la mano, susurrarme al corazón que jamás estaré sola, gritarme al alma que ahora todos ellos son mis nuevos hermanos. El vacío que arrastro es tan pesado que supongo que asusta a los que viven tranquilos mirando sólo hacia delante, porque atrás estoy yo, incomodísima de ver, de hablar y de abrazar. Unos mensajitos de vez en cuando con unos iconos rellenadores de virtualidad y a tomar por culo. Hay excepciones, tengo algunos ángeles a los que no quiero fallar. Pero no tengo fuerzas para soportar tu ausencia,
Tendemos a creer que el alma gemela debe ser una pareja, pero el alma es precisamente la que menos entiende de convencionalismos. Claro que puede ser tu pareja, pero también una hermana, tu padre, un hijo, un amigo o un animal no humano. La mayor de las suertes es tener más de una, cuantas más tengas más feliz serás. En mi caso se trata de mi amadísimo hermano Samuel, que no veo ni abrazo de forma material desde marzo de 2018.